El intendente de San Nicolás se
juntó con el ex ministro en un evento social y se comprometió a trabajar con él
en la campaña. También en la reunión se achicaron las distancias con Andrés
Quinteros.
En el marco de un evento social
hace quince días en un hotel céntrico de San Nicolás, se selló el acuerdo
político más rebuscado de la segunda sección, alrededor de la mesa se juntaron
Ismael Passaglia, Eduardo “Lalo” Di Rocco y Andrés Quinteros, después de
inumerables desencuentros. Pero además, la mesa incluía un postre que a todos
les gusta más por estos días: Florencio Randazzo. El ex ministro de Transportes
se ubicó en la cabecera, tratando de limar asperezas y reproches entre dos
dirigentes enfrentados e irreconcilables como el intendentes de San Nicolás y
el diputado Quinteros.
El encuentro fue gestado por un
lado por Di Rocco, quien se encargó de llevar a Quinteros casi de la oreja, y por
el otro lado por Juan Manuel Ondarcu, sobrino y asesor financiero del jefe
comunal nicoleño.
Ordarcu es quien está
convenciendo a su tío (en contra de sus primos) de no dar el salto al vacío en
Cambiemos, tema que desvela al veterano intendente, quien además le debe a
Randazzo haberlo incluido en el Frente para la Victoria, lo que lo convirtió en
intendente automáticamente. Quinteros, por su parte, le debe al chivilcoyano y
a Di Rocco la diputación que lo sacó del peligroso enfrentamiento con Passaglia
donde era un claro derrotado.
En el medio de un clima tenso,
plagado de reproches mutuos, el intendente y el diputado se han cruzado de
todas las maneras posibles en los últimos dos años, con ataques que incluyen
despidos de familiares, denuncias cruzadas y hasta choques a golpes.
Ahora se volvieron a ver las
caras con Florencio como anfitrión, un anfitrión que por momentos disfrutaba
del grotesco rosario de reproches que Passaglia y Quinteros se intercambiaban
como un matrimonio en una sesión de terapia de pareja.
Lo cierto es que Randazzo y Di
Rocco lograron sentar a dos de sus puntales en la segunda sección electoral, y
no les fue mal.
Se llevaron el compromiso de
apoyo de un intendente que Cambiemos lo contaba de su lado. “Yo no traiciono,
yo no me corro”, fue la frase tajante del escaso verbal Passaglia. Además, el
intendente recibió el compromiso por parte de Quinteros de bajar las armas para
aplacar el clima de hostilidad que género en la ciudad una batalla que recuerda
a los antagonismos que supieron tener Di Rocco- Bancalari, o Carignani-
Passaglia.
Así están las cosas por los pagos
de María, enemigos íntimos unidos por el espanto en un territorio donde es a
todo o nada. La tregua incluye una unidad frágil y negada, a pesar de tributar
a un mismo espacio.
Comprometidos a la unidad,
Passaglia y Quinteros saben que la guerra no terminó, velan armas y se preparan
para una próxima batalla en el 2019 en la que ambos empezaron a trabajar desde
ese encuentro. Pero por ahora, la incipiente candidatura de Randazzo los une, y
el Flaco disfruta de que se archiven rispideces cuando él es el protagonista.
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